Para muchas culturas un vientre abultado ha sido el símbolo por excelencia de la feminidad y de la vida. Se le ha comparado con la belleza de la luna en el cielo, llegándose a decir que “una mujer sin vientre es como una noche sin estrellas”. Nuestra sociedad ensalza como prototipo de perfección, belleza y juventud el vientre plano como una tabla. Este es el ideal y habrá que hacer lo que haga falta para alcanzarlo. No importan los sacrificios físicos, ni económicos, ni psicológicos con tal de conseguirlo, porque de no lograrlo nos hundiremos en las más profunda frustración. En esta lucha encarnizada contra un físico que se revela a los artificios de la moda, nos hacemos daño a nosotras mismas y a la condición de ser mujer. El vientre es bello tanto si es plano, como si está abultado. Porque de su interior extraemos nuestra fuerza, y lo que realmente cuenta es que se muestre relajado, suave y libre de toda constricción. Vamos entonces a liberarnos, a reencontrarnos de nuevo con nosotras mismas, a querernos por lo que somos. Permite que la contracción de tu vientre (vinculada a tu contracción vaginal) te haga profundizar en tus sensaciones internas, hasta entrar en un suave estado de trance que relajará y sensibilizará tu cuerpo entero. Siente como tus órganos internos son acariciados, masajeados y estimulados con los movimientos aislados del alto y bajo vientre mientras crean la ilusión de un suave oleaje. Deja que un profundo sentimiento de bienestar inunde tu cuerpo. En este proceso puedes ir desenmascarando ansiedades, haciéndote más consciente de tu existencia, permitiéndote de este modo buscar y encontrar soluciones que te lleven a disfrutar de ti misma!!
Beatriz Merino G.
El Despertar de la Diosa
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